En otros términos, justamente, precisamente en ello radica el placer, en mi invento, en ser cosa mental y virginal.
¿Qué tiene que ver la virginidad en todo esto? Se hace el inocente, con algo de bromista.
No, no la virginidad de la otra, sino la de uno mismo. Ni la de la mujer ni de los objetos ni la de los paisajes ni la del arroz con leche.
Es la virginidad mía, mi calidad interior de persona gozante, que aunque goze de algo, del mismo algo, por enésima vez, gozar es estar en situación de primera vez, de primer contacto. Renacer en ese contacto. En ese contacto la ocasión de mi placer, si era conocida, renace, y yo en esa ocasión, con esa ocasión.
El placer es mió.
Deriva del yo más interior y fruidor…
jueves, 4 de diciembre de 2008
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